Hay diferentes situaciones en la vida del
individuo que son especialmente apropiadas para lograr una nueva perspectiva
sobre la propia existencia. Es cuando el contenido de lo que experimentamos
adquiere una mayor relevancia y las relaciones se aprecian con mayor
proximidad. Eso es lo que en los últimos meses estoy atravesando y lo que no me
quiero perder mirar con detenimiento. Me explico...
Hace unos meses sufrí una recaída de una
insuficiencia cardíaca que me llevó a un estado de agotamiento físico y mental
importantes, hasta el punto de reducir mi actividad cotidiana a mínimos. Si
tuviera que ponerle números, por debajo de un 30%, lo que supone mantener el
organismo bajo mínimos en sus funciones vitales y con la aparición de
diferentes síntomas: edema, dificultad respiratoria, digestiva, mareos, etc., y
una reducción considerable de la actividad psíquica, con poca tolerancia a la
atención y lectura. Incluso con una ligera pérdida de memoria. Esta situación
provocó en sus inicios tres visitas a los servicios de Urgencias. Una vez
pasados estos meses estoy más o menos estable, a la espera de un implante
desfibrilador cardíaco (DAI).
Todo ello me llevó, y todavía en cierto
grado, a prácticamente no moverme del sofá durante el día y eliminar todo tipo
de actividad, no solo la laboral, sino los compromisos personales, sociales y
políticos en los que participaba. Me vi quieto y “viendo pasar la vida”. Tuve
ocasión de contemplar que los acontecimientos sucedían sin mi participación, los
acontecimientos se sucedían sin yo intervenir, y dándome cuenta que nadie es
imprescindible para que todo siga como hasta ahora. Proporcionándome una cura
de humildad a mi ego al ver que no podía dejar mi huella en los acontecimientos
cotidianos, muchas veces para adquirir una parcela de poder y autoimportancia. Ya
lo decía Miguel Delibes:
Al palpar la cercanía
de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad,
porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente
banales.
Aunque lo sepamos, pocas veces tenemos
ocasión de verlo con esa contundencia. De hecho, como individuo de mediana
edad, me sentía como aquellas personas muy mayores que aparecen en los bancos
de los parques y que han dejado de actuar, para solo estar presentes con su
mirada y compañía. Así lo experimenté. Ni que decir tiene que vi mi vida en
riesgo, ante las sensaciones físicas que percibía, y claro pensé en la muerte.
¿Por qué “Procesos de Vida, Procesos de
Muerte”? , precisamente porque me doy cuenta que en mi situación están
presentes los dos procesos. Y lo más interesante que estoy descubriendo es que ambos
son compatibles para vivir el día a día de una manera saludable psíquicamente,
con mayor entereza, fuerza y situándome delante de los acontecimiento con mayor
integridad. (Tendré ocasión de expandirme en este blog para ver como llegué
hasta aquí). Además me he dado cuenta que cada uno de los procesos, hacia la
vida o hacía la muerte, no es tan distinto de lo que cada uno está
experimentando en su propia existencia, si la miras un poco más profundo.
Así mi “Proceso de Vida”, en esta
situación de enfermedad, me está sirviendo para realizar los cambios necesarios
para estar más satisfecho de mí mismo, para seguir desarrollándome y continuar expandiéndome
como individuo, viendo muchas cosas con mayor claridad. Mi “Proceso de Muerte”
para tener en cuenta lo imprevisible de mi propia muerte, como la de todos, ver
“cómo me encuentro” frente a la muerte si tuviera que afrontarla en un futuro,
como todos, y ver si la vida que tengo a mi disposición en cada instante y en
mis relaciones estoy dando mi mejor versión. Y al mismo tiempo ver que también hay algo que
muere y algo que renace en mi manera de “ser y estar en este mundo”. Quiero
decir que la vida y la muerte de alguna manera la podemos encontrar en cada
instante: al inspirar y espirar, cuando iniciamos y acabamos una labor, cuando
nos separamos de alguien, cuando nos levantamos o acostamos, etc.
Y lo que he encontrado, y que en
definitiva me ha empujado para compartir este blog, es que en medio de estas
situaciones complicadas tenemos en nuestras manos dos opciones: o sentirnos “débiles”, hacernos menos de lo
que somos, “inferiores”, como si fuéramos victimas del destino; o bien tomar “control” y “empoderarnos”. Encontrar
en nuestro interior los recursos y habilidades necesarias para sacar la mejor
versión de uno mismo. Pero para ello no voy a proponer un curso de autoayuda en
situaciones de urgencia médica, ja, ja, sino
que trataré de compartir aquello que voy descubriendo y realizando a lo largo
de mi particular proceso, con la idea y demostración de que es posible caminar
la vida y la muerte con la máxima integridad y empoderamiento que uno es capaz
de realizar, sin que la complejidad de lo que uno viva le amedrente.
Por último, antes de acabar esta
presentación no deja de llamarme la atención de cómo somos los humanos: no hay nada como el nacimiento y la muerte
para ver que los seres humanos somos iguales, lo que sucede en medio es cosa
nuestra. Veremos entonces como los sucesos podemos manejarlos aplicando el
sentido común y la honestidad.